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lunes, 15 de septiembre de 2014

ADMITIMOS PULPO COMO ANIMAL DE COMPAÑIAS


Ayer vinieron amigos a comer a casa. Sin duda la cocina tiene un componente social y por ello es en ocasiones como esta cuando más se disfruta de cocinar y sobre todo de compartir lo cocinado.

Sobre el carácter social y festivo de una buena comida podríamos escribir durante horas, pero no creo que nadie tenga dudas de que una buena celebración queda coja sin una buena comida y que una buena comida mejora mucho en buena compañía.

Puestos a afinar, lo ideal es poder compartir también el tiempo de cocina. Envidio esas cocinas enormes donde mientras se desarrolla el trasiego de ollas, sartenes, recetas e ingredientes los comensales pueden participar, discutir, compartir unas cervezas, abrir la primera botella de vino o preparar unos buenos vermouts. 

Mención aparte merece la confección de platos emblemáticos de forma comunal. Es difícil explicar a los foráneos lo que significa, por ejemplo, en estas tierras levantinas compartir una paella. No solo compartir su degustación, sino disfrutar de toda la liturgia, de todo un ritual previo que comienza en el mercado y finaliza después de los cafés. En estas tierras el arroz representa un punto de encuentro y de reconocimiento grupal, es una seña de identidad exenta de polémicas y, sobre todo es una expresión ancestral del carácter y de la cultura de una sociedad. 

Tampoco es fácil entender, sin pasar por una experiencia práctica, lo que significa en la tierra del euskera participar en la vida de una Sociedad Gastronómica, llegar a comprender el carácter de una tierra por la manera en que usan y disfrutan en grupo de la cocina como forma de encuentro, y por como hacen de la gastronomía, concebida desde el colectivo, una forma de habitar el mundo.

Dos expresiones muy distintas pero sustancialmente iguales. La cocina como bien común, como herencia ancestral y, sobre todo, como ocasión de encuentro. Casi nada.

Ayer disfrute especialmente de cocinar y de compartir, y puestos a compartir creo que es de justicia terminar resumiendo la elaboración de uno de los platos que comimos y que ademas es de muy facil elaboración.



Se trata de un simple pulpo con una crema de patatas. Simple pero verdaderamente glorioso.

Lo primero es comprar un pulpo fresco. Huid por favor de los que ya vienen cocidos y envasados.  En su proceso de empaquetamiento han perdido siempre su sabor.

En mi caso compré un pequeño pulpo de unos 600 gr. en el Mercado Central de Alicante y después lo cocí junto con una patata mediana. 

Trucos básicos para el pulpo:
  • Congelarlo durante un día
  • Asustarlo tres veces introduciéndolo unos segundos cada vez en agua hirviendo
  • Parar la cocción cuando la patata esté hecha
  • Sacarlo del agua para preservar su piel

Tras este proceso preparé la patata de una forma muy simple. En esencia se trata de lograr una crema machacando la patata con mantequilla, agua de la cocción del pulpo y aceite donde se hayan frito (y desechado) unos ajos junto con un poco de pimentón (una vez el aceite fuera del fuego).

Pasar las patas del pulpo por una sartén con un poco de aceite y servirlo encima de la crema de patatas.

Y para acompañar un vino de una más que sorprendente relación calidad-precio, el Bicos, un amable albariño de precio casi simbólico. Buscadlo.



El conjunto resultó una auténtica delicia, ya lo veréis.










2 comentarios:

Unknown dijo...

Una receta fesca, sencilla y deliciosa. Enhorabuena¡¡

miguel a. boiso dijo...

Como testigo de primera mano, indicar que el pulpo estaba de vicio....y las patatas dispuestas a modo de lecho una auténtica delicia. Enhorabuena crack!!